Esperaba mi vaso.
Los codos apoyados en la
barra
en puntas de pie
tal vez el culo un poco para
afuera
un poco, tal vez.
El pibe de la barra me pregunta como quiero mi
fernet.
Sentí algo húmedo
tibio sobre mi hombro
Suave suave muy suave y
mojada
veloz
una lengua me recorrió
el tatuaje
de punta
a punta.
Me lamió.
Una gota espesa y caliente de baba bajó por mi espalda
pegada a la línea de la columna
cayó.
Antes de que llegara a la mitad la perdí.
Gire mas lento de lo que hubiera querido.
Estaba ahí, lindo
brillante intrincado.
Con mi mano izquierda le apreté fuerte la
mandíbula
su boca se abrió.
Lo sorprendí.
Pensé en el jardín japonés, en un pez naranja pidiendo pan
rabioso
entre mis dedos los pelos duros de su corta barba.
Me dí cuenta que se echaba para atrás
con fuerza le sostuve la mandíbula y la mirada.
Me acerque más rápido de lo que hubiera deseado
y metí mi lengua entera en su boca
lo atrapé con los labios
en puntas de pie
se aflojo un poco
lo solté, dí un pequeño paso para atrás
gire
recuperé mi vaso, tome un traguito
él apoyado en la barra
mirando hacia delante
reía
me esperaba
dejé el vaso
sonreí
empecé a caminar hacia la puerta
mis manos empujaban levemente los cuerpos
que intentaban detenerme
él me seguía mirando
sonriente intrigado.
Salí a la vereda sin saber muy bien por que.
Seguí caminando y sonriendo.
Caminé y a mitad de la cuadra
apure el paso
no sabía por que pero caminé
me apuré
cruce la calle
trotando llegue a la otra esquina
me apure y cruce otra vez cruce
y otra vez y otra y otra vez
pero ahora corriendo
corriendo sin parar y sin saber
corriendo corriendo corriendo
sin saber corriendo corriendo
corriendo sin saber
sin saber
corría.
Empecé a llorar
agitada
por correr y por llorar.
Hacia dos días había muerto Spinetta
y yo seguía triste
como ahora.
Ahora que sé que estas tristezas
quedan ahí como manchitas de café
que salpican una hoja, y ahí quedan
para siempre como estas tristezas
que extrañan a Spinetta hoy mañana
como una boca abierta
negro hueco enorme
que pide pan y se arremolina junto a otras bocas
peces naranjas
del jardín japonés.
Lo dibujé a él y al recorrido de su lengua sobre mi tatuaje
su aliento y la gota aceitosa caliente resbalando por mi espalda.
Ya no corría, ya no lloraba
Pero caminando así sin saber porque caminaba
dejaba atrás esa lengua y esa barba y ese bar
y mi fernet
llegué a la punta de la plaza redonda de Belgrano
R.
“solo flotan cuerpos a esta
hora” -canté-
Y apreté los dientes y me dio bronca sentir consuelo
el poeta su poesía
mierda todo es una mierda
casi todo es una mierda
y este mundo desde hace dos días
es
un poco peor.
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