Mordí la frutilla.
Chorreó.
Pensé en la noche
no exactamente en la noche
pensé en una noche en esa noche
noche alunar
entonces toqué con la punta de la
lengua
el lunar apoyado arriba de mi
boca.
Repasé mis lunares.
Pensé nuevamente en la noche
en esa noche.
Apoyé mi espalda desnuda
sobre el metal de la silla fría
me ericé
miré los pelitos erguidos de mi
brazo apoyado en la mesa.
Me vi esa noche sentada en
un bar muy feo
—nada peor que las pretensiones—
me pregunté por qué mi memoria
guardaba el recuerdo de esas
rosas
grises rosas de tela hoy
ayer blancas pero igual de
muertas
rosas sin olor, en un jarroncito
dorado
decorado con otras rosas
rositas más pequeñas
igual de pretensiosas ridículas
más planas
enterradas en ese estante
ese estante sostenido de una
pared de madera falsa
me pregunté por qué en mi recuerdo
ocupaba tanto lugar
un estante.
Volví a la
frutilla
me
ardió la lengua
llena de
puntitos ácidos
esa misma acidez que me llevó de golpe
esa misma acidez que me llevó de golpe
de un solo golpe al olor de esa
noche
olor a lavandina rancia
de una
mesa limpia con un trapo sucio.
Mastiqué.
Recordé que era invierno
que los vidrios nublados por la
grasa
también se nublaban de respiros.
Tragué.
Pensé en la palidez de esa noche
en mi cara
en la hinchazón de los ojos
en la sequedad de la garganta
estufada
en el revuelto de mi panza vacía.
Volví a morder.
Miré la rojez.
Esa noche
Esa noche
en el bolso, en el fondo del
bolso
encontré un paquete de gomitas
Mogul
sintí un alivio una ternura.
Estaba sola.
Me sentía
sola y cansada.
Con los ojos hinchados la
garganta seca
con un
paquete de gomitas Mogul en el bolso.
Me tiernicé
como una carne roja cocinada por
mucho tiempo
en su jugo de carne se tierniza.
Sentí una náusea una sola náusea
profunda
profunda.
Una náusea de fondo
que hizo que el ombligo tocara la
columna
y me doliera la panza y la boca y
el pecho
la rodilla y la rótula y la
muñeca el codo y la arcada
logré pedir un agua sin gas.
Pagué.
Volví a mí boca.
A mis dientes masticando ahora un
pedazo de frutilla.
Puse orden.
Moví la lengua ardida de
espinitas
del jugo rojo de la frutilla roja y ácida.
Esa noche de rosas grises de tela
sucia
en un jarrón dorado también con
rosas pintadas
me levanté empujando la nausea
hasta mis pies
me paré
la dejé ahí
caminé segura con la náusea en
los tobillos
hacia la mesa de la mujer rubia
que me había estado mirando
por arriba del hombro de su
hombre
comprensiva curiosa.
El hombre y su hombro se habían
ido al baño.
Caminé con náusea firme
Caminé con náusea firme
con paso lento
con esa lentitud que se tiene
caminando hacia la nada
y seguí
llegué hasta la mesa y me
detuve
tomé con mis manos la cara
lisa
manchada de maquillaje espeso
naranja y opaco de la mujer rubia
doblé las rodillas
inclinada hacia delante la miré a los ojos
inclinada hacia delante la miré a los ojos
la besé
la besé en largo beso
beso de lengua
invasivo beso
besé el par de labios secos
que le abren paso a la lengua que
no duda en entrar.
Antes de separar la boca de la
boca
mordí un poquito el labio
inferior
y le dejé la boca roja
afrutillada.
Me incorporé
caminé hacia la puerta
las manos a los costados del
cuerpo
caídas
blandas.
blandas.
Abrí la puerta y toda la
gomosidad se me pegó en la cara
en las cejas
y lagrimearon los ojos hinchados
y lagrimearon los ojos hinchados
le di dos vueltas al pañuelo en
mi cuello y caminé.
Apuré el paso y la nausea al
cordón de la vereda.
Vomité.
Y mientras miraba irse el espeso
amarillo brillante
mi bilis un hilo dorado
pensé:
ahora tengo un principio
para este final de mierda.